El lugar no es oscuro, tiene la luz insinuante y necesaria para poder encontrarse un poco a atientas y con sorpresa con objetos desacostumbrados a las mesas de un bar. Cajas, instalaciones pequeñas y escenarios móviles predispuestos a mostrarse, a revelar las miradas más interiores e intencionadas de sus autores. Los libros de artista del prólogo fotográfico conversan con los espectadores, porque han adquirido la memoria de sus propias páginas. Se han envuelto de la dedicación de sus hacedores y ahora interrogan las consecuencias de esa creación planificada y sin embargo libre, organizada con un recorrido sin guía, pero detallado en una cuidadosa topografía. Esa que señala la intimidad de los rincones, y la adecuación de los espacios.
Autobiografía, y relatos, las fotografías son el tesoro en casas habitadas por la temporalidad deslumbrada por la captura y la liberación de colores, formas que se desbordan del encuadre y se pierden sobre fondos, señales de los recuerdos, climas de niñez, paisajes urbanos. O descarnadas miradas sobre la diminuta proporción de las cosas de este mundo nuestro, que en esa noche, sobre esos libros, se torna revelador de ternura, belleza y pudor.
Gracias, Jimena, Ana María y todos, por dejarnos mirar la luz detrás de las puertas
Claudio Asaad